jueves, 21 de febrero de 2013

SKYFALL




Las películas de James Bond son para todos un familiar más en el terreno de lo artístico; un recuerdo de niñez, de juventud, de madurez… Bond forma parte de nuestra mitología moderna, del mismo modo que Aquiles formó parte de la mitología de los antiguos griegos. Es un héroe creado a partir de los deseos, sueños y aspiraciones del hombre moderno. Es un hombre que consigue lo que quiere, que sabe cómo conseguirlo, que no tiene miedo, que no se pierde en psicoanálisis y juicios morales o de género. Es un héroe de toda la vida con un perfecto traje de chaqueta y orejas de soplillo.

Lo sorprendente de la franquicia Bond es que saben hacer nuevo algo que lleva cincuenta años siendo lo mismo. Lo primero que llama la atención son las introducciones. Todas tienen un aire similar, pero siempre son distintas y las juzgamos con la misma atención y exigencia que a la película. Y como con la película, cada vez lo hacen mejor. Cada vez se escarba más, se estiliza más, se mistifica más, se sublima más… Siempre más. Hasta llegar como en el caso de Skyfall, al cielo.

En la última hazaña del héroe más occidental, y por tanto más nuestro, lo más significativo es el título, SKYFALL. La caída del cielo determina toda la trama, la sella y redondea con la perfección que exudan las cosas bien hechas, incluso cuando se trata de películas de entretenimiento. Skyfall es una cosmogonía, una lucha entre dioses, una guerra de poderes y luchas internas. Incluso el cielo necesita orden. Si el cielo cae, todos caemos con él. Todo comienza y finaliza ahí, en ese universo de M’s y héroes, de servicios de inteligencia y bunkers secretos que velan para que todo permanezca tal y como debe ser, vivo, ignorante y feliz.

Esta película, más que ninguna otra de Bond, hace gala de un exquisito simbolismo. La muerte está presente como tema principal, no porque se mate a los malos o se disparen armas, si no porque es el tema sobre el que todo gira. Y con la muerte, todos esos dioses primigenios que forman parte del mundo subterráneo e indomable: la vejez, el miedo, la venganza, la ira, la locura, la noche, el pasado más lejano y destructivo. Todos hijos de Caos. En las primeras escenas M aparece escribiendo el obituario de Bond.

Porque todo comienza con uno de los agentes disparando a Bond por error. Bond cae herido. Cae literalmente. Cae y cae por el aire en una caída infinita, hasta que el agua lo recibe y lo transporta a otro nuevo precipicio, otra nueva caída: una cascada. Allí cae arrastrado por la fuerza de la corriente y cuando entra en el agua sigue cayendo, hundiéndose hasta las profundidades. Se hunde y se hunde. Y cuando llega al fondo, el suelo se abre, se hace humo y se lo traga. Y ni entonces deja de caer, sigue descendiendo parece que eternamente y sólo al llegar a las profundidades abismales, esas que están al otro lado de lo consciente, comienzan a aparecer tumbas y sangre y fuegos fatuos y cuchillos y su propia imagen herida sangrando, en una de las introducciones más curiosas y estéticamente atractivas que he visto en una película Bond. 

Bond muere por tanto. Muere para el mundo y se transforma en mortal. Cuando un héroe muere como héroe, la tierra misma y los elementos lo transforman, se lo tragan, lo procesan y lo devuelven hecho hombre. Y eso es lo que Bond es cuando volvemos a verle. Un hombre. Esta follando en una cabaña en la playa (Follar no lo digo gratuitamente. Hacer el amor es cogerse de las manos y mirar las estrellas. Lo que Bond hace no es exactamente eso) ¿Pero qué le pasa a un héroe cuando es arrojado al Paraíso, cuándo se le da la oportunidad de vivir no del fruto de su trabajo si no de lo que simplemente se ofrece alrededor? La simbología utilizada aquí está muy clara. Ha regresado a una forma de vida primitiva, a una especie de Paraíso. Lo que se nos muestra es una playa mediterránea, una mujer hermosa, al lado, con sólo estirar la mano, hay un hombre que vende comida, seguro que barata; al fondo un chiringuito con gente de fiesta… Todo simple, elemental. Lo que sugiere para la mayoría unas vacaciones perfectas. No hay lujos, pero tiene lo justo para saber que está vivo. No hay peligros, luchas, rivales, sólo sol, sexo, bebida, comida, bailes por la noche, juegos… ¿El Paraíso? ¿Puede un héroe vivir de eso? Obviamente no por mucho tiempo. Esa caída para Bond es una vuelta al pasado. Desde el Olimpo, donde los héroes son lo siguiente a los dioses, regresa a una forma de vida primitiva y simple, una forma de vida que no requiere de sus talentos, que no le usa, que no le pone a prueba, que no reta ni su inteligencia ni su valor. Consecuencia: Bond bebe para olvidar quién fue, para anestesiar sus capacidades, para evadirse de este Paraíso que cualquier otro disfrutaría sin miramientos.

Pero es un héroe real y los héroes reales siempre son llamados, requeridos, son necesarios. Lejos de donde está ahora, casi en otro mundo, en ese lugar al que él pertenecía y que le ha creado, en ese Olimpo inexpugnable y poderoso, ha habido una rebelión. El cielo ha sido atacado. Bond lo ve a su espalda, en el reflejo de un espejo, como si fuera un sueño, como una imagen que no acaba de ser real. Delante de esa imagen está la suya propia, agarrado a una botella de licor. Está destrozado, hecho añicos; no por la lucha y el esfuerzo, por pelearse y saltar de trenes, sino al contrario, por la ociosidad y la desidia. Las balas no le matan, es el sol y la falta de una misión lo que destruye su espíritu, lo que le debilita. Bond ve que ese mundo del que se ha retirado sigue existiendo y que además necesita su ayuda. ¿Qué hace Bond? Resucita.
Más adelante cuando Bardem le pregunta cuál es su hobby, él responde: Resurrection!

Bond regresa a su creadora, a M, a Londres, al mundo, y sin embargo, su regreso sólo es registrado en el MI6, en el Olimpo. Porque el resto de mundo no sabe nada de héroes que mueren y resucitan, héroes que dan la vida y se arriesgan para que todo pueda seguir funcionando.



Lo que está ocurriendo en ese Olimpo es curioso. Se está poniendo en entredicho la eficacia y utilizad de M y su departamento, su poder y su necesidad. ¿Son necesarios los héroes hoy en día? Es curioso que eso ocurra justo cuando uno de sus agentes más valiosos ha desaparecido. La quieren retirar con honores, pero ella está por encima de medallas y dice que hasta que el trabajo no esté terminado no piensa irse. El trabajo es recuperar una tarjeta con los nombres de todos los agentes del MI6 que trabajan en misiones terroristas. La estructura misma del Olimpo está en peligro. Su fuerza, sus agentes, pueden quedar expuestos. Señalar con el dedo a un ángel si hablamos de cristianismo, a un héroe si es de mitológica o a un agente si es de seguridad es quitarle uno de sus más preciados poderes, es quitarle eso que hoy todo el mundo se esfuerza por romper, el anonimato. Hoy todo el mundo quiere salir en la TV y las revistas sin haber hecho nada. Un héroe, por el contrario, es quien hace todo y sin embargo no quiere que nadie sepa quién es.

Cuando M le pregunta qué ha estado haciendo Bond responde: “Enjoying death”. Disfrutando de la muerte.  ¿Por qué regresa? Porque sabe que le necesitan. Punto. Porque él es el único que puede salvar el Olimpo. Punto de nuevo. ¿Cómo resistirse a la certeza de que uno es irremplazable? ¿Cómo seguir muerto cuando la vida te reclama?

M le dice que tendrá que demostrar de nuevo que está preparado, que su cuerpo es todavía una máquina de matar y luchar. Cuando Bond asiente y le dice que se va a casa M le dice: “¿Qué casa? Vendimos todo y tus cosas están en un guardamuebles. No tienes nada. Cuando alguien está solo y no tiene familia, ni hijos, ni a nadie de su propia “raza”, es lo que se hace.” Y lo dice sin pena, sin compasión, porque M sabe quién es Bond, ella le ha creado. Bond se atreve a recriminarle que diera la orden de disparar al agente que le hirió pero M responde recordándole quién es: “¿Qué quieres, una maldita disculpa? Ya sabes cómo funcionan las cosas”. Sí, lo sabe. Y no dice más.

Ahora Bond no tiene nada más que a Bond. Y ni siquiera es el Bond que era. Y es entonces cuando Bond se convierte en esencia. No hay nada en el mundo material para él, no posee nada. Es como un eremita, un ser etéreo, sin posesiones, casi literalmente, un ángel vengador. ¿Bond se inmuta? ¿Le pregunta a M que ahora qué hace sin casa? ¿Se va a una plaza a manifestarse e indignarse? NO. Bond sabe que su deber, no su derecho, es hacer, ser, trabajar, esforzarse, ponerse a prueba, demostrar que puede estar de nuevo entre la élite. Esa es su meta. Bond viene de la muerte y no ha regresado a la vida para sentarse en su apartamento a ver la televisión. Ahora más que nunca Bond tiene que ser Bond.
El MI6 ya no opera desde su castillo a orillas del Támesis, ahora, el Olimpo, se ha trasladado a las profundidades. Ha hecho lo mismo que Bond, regresar simbólicamente al pasado, hundirse, enterrarse, operar desde el vientre de la tierra, simplificar, poner en orden su estructura y volverla a construir desde los cimientos. Los dioses primigenios, esos que son insobornables e implacables están al mando porque lo que está en juego es la estructura del cielo, el Orden.

Pero el simbolismo no sólo roza lo pagano. La trama de Skyfall está marcada por un fuerte simbolismo cristiano. Dentro del cielo cristiano no hay una historia más interesante que la de la rebelión del ángel Lucifer. En este caso, el dios creador es una mujer, M, que cuida de sus hijos/ángeles/OO7s con mano de hierro, con una masculinidad y lucidez a prueba de sentimentalismos. La rebelión de un ángel pone en jaque a toda la cúpula del cielo. Dios ha sacrificado a uno de sus hijos para salvar al mundo. Y a ese hijo no le ha gustado nada que su Madre le haya olvidado. El ángel caído, Silva/Bardem, (brillante), no comparte la idea de que Dios prefiera sacrificar a un ángel para salvar al mundo. Se pregunta ¿Es justo  sacrificarle si ese ángel vale más que todo un país? ¿Si ese ángel tiene más valor, inteligencia, belleza, fuerza, criterio, lealtad que todo un país? Luego volveré al simbolismo cristiano.

Bond no pasa los test, pero su madre, que le conoce mejor que nadie, sabe que a pesar de todo él se esforzará al máximo y será Bond. Lo será porque es lo único que es. Porque ya ha demostrado que no está hecho para ser otra cosa que un héroe y por eso, decirle que no ha pasado los estándares sería matarle del todo. Le lanza al peligro porque ella sabe que es ahí donde se hará fuerte. No es cuestión de entrenamiento sino de práctica. En cuanto empiece a ser Bond será Bond de nuevo. Y por supuesto así es.



Otro de los temas de la película es lo nuevo versus lo viejo, la innovación versus lo tradicional. Se acaba demostrando que los métodos de siempre no están obsoletos, que hay cosas que no se han mejorado por mucha tecnología que tengamos. De hecho, la última parte de la película es un viaje real al pasado. Bond se lleva a M al lugar donde él nació, dejan Londres, la modernidad, el mundo y se trasladan al origen. Un origen que Bond detesta, del que huyó como un huérfano y al que regresa como héroe con la persona que le convirtió en héroe. En una casa desolada en el páramo, oscura y llena de recuerdos es donde decide ponerse a prueba. De nuevo está fuera del mundo, en un decorado de sueño o pesadilla. Nada parece real. De pronto no estamos en una película de Bond, si no en Cumbres Borrascosas, o mejor, en el viejo Oeste. Porque todo lo que ocurre desde que llegan, bien podía ser una película del Oeste, un “Solo ante el peligro”,  si en vez de trajes llevaran botas y sombreros de cowboys. No tienen armas, no tiene munición; son dos hombres y una mujer contra un ejército de villanos tecnócratas. El pasado se va a enfrentar al futuro, porque saben que Bardem llegará con la espada de la tecnología en la mano. Esta parte me recuerda a la película “Solo en casa” dónde Macaulay Culkin convierte su casa en un arma con todo lo que encuentra a su disposición. Pero es de nuevo una forma de enfrentar lo que tienes, lo que eres, con lo otro, que siempre parece más grande y poderoso. A mí me dice: Utiliza lo que tienes, sea lo que sea. Aunque sean trozos rotos de bombillas. No sabes cuánto puedes hacer con eso si lo utilizas bien. Aunque otros tengan granadas de mano. Si tú tienes bombonas de butano. Úsalas.
Y eso es lo que hace Bond, vuela por los aires su casa, su pasado, todo aquello que no sabemos por qué pero que le ancla todavía a un recuerdo de sí que no le eleva, ni le ayuda a ser lo que quiere ser. Qué mejor forma para deshacerse de ese peso que volarlo por los aires. La trama está hilada de tal forma que al hacerlo mata como se dice “dos pájaros de un tiro”. Destruye su pasado y destruye el mal. Que en realidad son lo mismo. Porque en el personaje de Bardem, Silva, hay algo de Bond. Los dos han pasado por la misma experiencia: su madre, su creadora les ha dejado morir, les ha puesto en peligro para salvar al mundo. La diferencia entre Silva y Bond es que uno reconoce y asume lo que es ser héroe, mientras otro, quizá más sentimental, más “humano” pese a lo que pueda parecer, se niega a ser rechazado, olvidado. Bond no sólo “perdona” a M, la entiende; Silva ni la perdona ni la entiende. La relación de Silva con su dios no es de héroe, si no de hijo. Silva es hijo de M y le recrimina que no le tratara como madre, que no cuidara de él, que no le salvara. Silva no puede ser un Bond porque cree tener derechos, porque cree que merece ser tratado con compasión, que merece ser acunado y mimado. Silva se indigna, se rebela como un niño mal criado que no quiere crecer y aceptar que debe valerse por sí mismo, que para hacerse hombre es necesario prescindir de los cuidados de una madre.

El final es absolutamente cristiano. Transcurre en una capilla y como dice Silva: “Por supuesto. Tenía que ser aquí. Gracias”. Dice Gracias, como si M hubiera escogido ese lugar. Según su visión, lo que está ocurriendo es sagrado y por tanto no puede ocurrir de otra manera. Él cree que su rebelión, su venganza son justas. Es el ángel caído que cree que puede vencer a Dios y utilizar lo que Dios le ha dado para vencerle. Y habría podido hacerlo de no haber sido tan humano. Cuando ve que han herido a su madre, se horroriza. ¿Qué te han hecho? Le pregunta. No es sólo que Silva esté algo loco, no es el típico loco malo, es que cree que su misión es honesta porque está cargada de sentimentalismo, cree que el amor puede justificarlo todo y no le basta con matar a M, quiere que ella le mate también. Para demostrarle que todo lo que ha hecho no lo ha hecho por maldad, sino por amor. Y porque sabe que después de matar a su creadora la vida no tendrá sentido. De esa forma, muriendo con su dios, su rebelión no es sólo venganza sino, desde su perspectiva, un acto de amor. Es melodramático, operístico, muy latino.

Antes de que M pueda hacer nada, Bond le lanza un cuchillo a Silva, de nuevo algo que representa el pasado, rudimentario y simple, y un acto tan simple, acaba con él. Bond recoge del suelo a M que agoniza y la sujeta entre sus brazos, emulando una de las imágenes cristianas más famosas: Una Piedad. Normalmente es la Virgen quien sostiene al Cristo. En este caso es el héroe, el hijo, quien sostiene a la madre. Antes de morir M mira a Bond y dice: “Al menos hice algo correcto”. ¿Qué hizo? ¿Qué le está diciendo M a Bond? Que a pesar de haber hecho muchas cosas mal, antes de morir, de lo único que se siente orgullosa es de haber creado un héroe. Ella cogió un huérfano y lo convirtió en James Bond. El héroe que ahora la sostiene en sus últimos momentos, que ha luchado por ella, que ha estado dispuesto a dar su vida para salvarla y que ha puesto a su servicio todo eso que ella le ha enseñado. Y donde ella muere, James Bond vuelve a nacer.

M muere, pero eso no significa que todo termine. Mallory se convierte en el nuevo M. Porque en la mitología todo se renueva y las guerras, los desordenes y las rebeliones son ciclos, pruebas para el héroe, su razón de ser. Cuando Bond entra en el despacho de Mallory, ya es de nuevo Bond. M tenía razón, nada como dejarle ser, para que sea. En un sobre sellado M le da las instrucciones para su nueva misión. “...Lots to be done” (Mucho que hacer) Le dice M, Ready? ¿Preparado? La respuesta de Bond define su espíritu heroico: “With pleasure”. Con placer, responde. No sólo está listo, sino que además lo hará con placer. No porque sea su obligación, no porque es un trabajo, si no porque es lo que da sentido a su naturaleza, porque es lo que le gusta, lo que sabe hacer. Porque sabe que sin él, el mundo y el orden corren peligro. Para que nosotros podamos seguir con nuestras vidas, ajenos a los peligros que nos acechan, censurando la violencia con más ignorancia que hipocresía, y disfrutando de la tranquilidad que proporciona el orden, él tiene que seguir siendo héroe.

Skyfall es ficción, entretenimiento, una película de acción. ¿De verdad hay todo eso? Yo no he visto nada, puede decir alguien. Lo siento, le contesto. Hay eso y mucho más. Pero como siempre, lo que vemos es lo que somos. Como decía Lex Lutor en la primera película de Superman, una de mis más queridas y revisitadas : “Unos leen Guerra y Paz y creen que han leído sólo una novela de aventuras, mientras que otros descubren los secretos del universo leyendo los ingredientes en el envoltorio de un chicle”.
Es sólo mi visión, mi mirada. 
¿Y quién usted es? Preguntará alguien. 
A lo que yo respondo: Mi nombre es Devin, Samantha Devin.