domingo, 4 de diciembre de 2011

MIS WESTERNS



Un lector anónimo, después de leer mi post sobre Willa Cather, me preguntaba en un mail hace unos días cuáles eran mis Westerns preferidos. Primero disculparme por mi demora en contestar, he estado de viaje y necesitaba mi espacio para responder con calma porque “me alegro de que me hagas esa pregunta, lector anónimo”. Me alegro porque llevo mucho tiempo con ganas de escribir algo sobre mis adorados westerns y ahora es la ocasión perfecta.

A aquellos que creen que el Western es un género frívolo y machista les diré que en cuanto a frivolidad se equivocan, es tan esencial que me atrevería decir que desde la tragedia griega, la cual conozco muy bien, no se había creado una imagen del héroe tan nítida, tan brutal, tan épica. En cuanto a lo de machista, puede que tengan razón. Casi siempre son las mujeres las que lo dicen porque hay muy pocas a las que les guste el género. Pero para alguien que como yo siempre ha querido ser chico y héroe, ¿Qué puedo decir? Es un género perfecto.

El paisaje en el Western es esencial. No hay nada o casi nada. Llanuras interminables, desierto, pueblos que casi no existen, montañas, grandeza, paisajes interminables y situaciones extremas donde lo que está en juego es siempre el orgullo o la misma vida. Los buenos Westerns tienen todo lo que un enamorado del heroísmo y la épica puede desear.

Hay muchos y me dejaré fuera muchos más, pero respondiendo a mi lector anónimo, destacaré esos que me gusta ver y re-ver porque son obras maestras y cuando has terminado de verlos, o leerlos, que también los hay en papel, sientes que sería maravilloso poder vivir en un espacio tan peligroso, tan cruel y despiadado aunque sólo fuera por unos días. Es un mundo a medio crear donde los hombres hacen de dioses.

Uno de los mejores Westerns que se han filmado es One eyed Jacks, titulado en España, El rostro impenetrable. De Marlon Brando no puedo hablar sin emocionarme, es mi punto débil, me estremece contemplar a semejante bestia, la más bella y viril que Dios ha tenido a bien crear. No hablaré aquí, esta vez, de Brando porque para él tengo reservado algo, otra cosa. Sólo diré refiriéndome a la película que fue la única película que dirigió y que es una de esas obras maestras del género que hay que ver. Trata sobre Rio Kid, un forajido que acaba de robar un banco y que es abandonado en la Sierra por su compañero Dad Longworth, interpretado por su amigo, Karl Malden. En esta película Brando hace el papel de ladrón, sinvergüenza y pistolero y derrocha crueldad y belleza. Su compinche y amigo le traiciona y tiene que pasar cinco años en una cárcel mejicana. Cuando escapa sólo piensa en vengarse. Y lo hace. Pero lo hace de una manera terrible, casi incomprensible al principio, porque de quien se venga no es de Dad sino de su hija adoptiva, Louisa. Cuando Dad se entera de que Brando le ha robado la virtud a su hijastra le castiga y con esa acción vuelve a dejarle destrozado. Dad es ahora el sheriff de la ciudad de Monterey y tiene el poder. Ata a Río a un poste en el centro del pueblo y le da latigazos hasta hacerle desmayar de dolor, después le rompe la mano con la que dispara. Río es uno de los pistoleros más temidos del Oeste y con esa acción Dad vuelve a “robarle” tiempo, vuelve a robarle vida, porque Brando tiene que aprender a disparar de nuevo. Se oculta en un hotel en la playa, regentado por chinos hasta que con esfuerzo y tesón, logra utilizar de nuevo su mano. No cuento toda la película pero sólo por ver a Brando merece la pena.

Otro de mis Westerns preferidos, es Meridiano de Sangre, la novela de Cormac McCarthy a la que le dediqué hace tiempo un post y al que remito a mi lector anónimo para no repetir aquí lo mismo. Sólo señalar que no leerá nada más brutal, violento ni poético en su vida. Otra obra maestra que nadie debería perderse.

Johnny Guitar es tan fantástico, tan original como Western que no puedo entender que nadie que lo vea, incluso siendo mujer, no sienta una especie de enervante vigorización. Sobre todo teniendo en cuenta que las protagonistas de este Western son mujeres. Joan Crawford es Viena, la dueña de un “saloon” donde se reúne la flor y nata de pistoleros, cowboys y forajidos de la zona. Viena es fuerte, independiente, valiente, sabe disparar como un hombre y luchar por lo que quiere y se ha ganado como un hombre. Y eso no le gusta nada a Emma, una mujer local que odia lo que ella representa. La historia gira alrededor del odio que Emma Small (buen apellido para alguien de su talla) siente por Viena y cómo el fuerte, el que sabe conseguir lo que quiere, el que construye su vida sin preocuparse de pequeñeces, tiene a veces que defenderse de ese ser débil, mezquino y acomplejado que no puede hacer otra cosa más que destruir aquello que le recuerda lo que nunca será. Véanla y juzguen por ustedes mismos.


Duelo al sol, es como dice un reciente, pero ya buen amigo, más que un Western. Aquí de nuevo nos encontramos con que el personaje principal es también una mujer. Y qué mujer. Pearl Chávez (Jennifer Jones) es una mestiza que es acogida en el rancho de los McCanlis, una prospera familia de Texas, a la que Pearl unirá su destino. En el rancho Pearl se encuentra con Jesse y Lewt los dos hermanos y los dos polos de la historia. Uno, Jesse, (Joseph Cotten) es educado, honrado y caballeroso, el otro, Lewt,(Gregory Peck) es mentiroso, traicionero e irresistiblemente guapo. Pearl se debate entre los dos pero es Lewt, acostumbrado a coger lo que quiere, quien la toma y hace de ella lo que quiere, pero sólo hasta que la vida de Jesse está en peligro. Entonces Pearl, llena de odio, de deseo y de ganas de venganza lleva a cabo su más honesta acción. Ella que siempre se queja de no ser una señora, de no estar a la altura, hace un acto heroico y va a encontrarse con Lewt. De nuevo no doy todos los detalles porque sería una pena robar a ese primer espectador el placer de descubrir por sí mismo esta maravillosa película.

High Noon, o Sólo ante el peligro, es tan elegante como sus protagonistas Gary Cooper y Grace Kelly. Es una historia que quizá más que ninguna otra coloca al héroe frente al mundo. Es la prueba más convincente de que cuando el momento de la verdad llega los héroes están solos. Que aquellos que se han aprovechado de su valentía, su fuerza y protección lo han hecho porque en realidad no poseían ni fuerza, ni valentía, y porque se saben cobardes, pequeños y mortales. La película es una cuenta atrás, la condensación de un destino, un ejemplo de lo que es el mundo y de lo que el héroe debe esperar de él.


Pale Rider, el Jinete Pálido, es casi mi preferida porque si hay alguien que haya sabido captar la esencia de lo que es el héroe del viejo Oeste americano y además mezclarlo de una especie de misticismo redentor ese es Clint Eastwood.

Megan reza para que Dios les mande una ayuda, alguien que acabe con los problemas que les afligen. Mientras ella reza se ve la imagen de Clint Eastwood cabalgando entre montañas en un caballo blanco. Cuando Clint aparece en el pueblo Megan está leyendo esto:

“Cuando el Cordero abrió el cuarto sello, oí al cuarto de los Seres Vivientes que decía: "Ven". 6:8 Y vi aparecer un caballo amarillo. Su jinete se llamaba "Muerte", y el Abismo de la muerte lo seguía. Y recibió poder sobre la cuarta parte de la tierra, para matar por medio de la espada,del hambre, de la peste y de las fieras salvajes”.

¿Hace falta añadir algo más? Pale Rider es la imagen de un Cristo vestido de cowboy, es la imagen de la justicia con sombrero de ala y dientes apretados. Ese ser que llega para poner orden en el caos, iluminar conciencias, despertar corajes, encender pasiones y volverse a marchar por donde ha venido porque el mundo no es suficiente para él, porque su espacio no está entre los mortales si no en algún lugar indefinido de donde surge el misterio.

Hay otras muchas de Clint Eastwood que DEBEN ser vistas, disfrutadas, High plains drifter, High them high, Unforgiven, A fistful of dollars… Elija cualquiera lector anónimo, no quedará defraudado. Con Clint Eastwood uno nunca se equivoca.


Hay más. Y una de las más interesantes y misteriosas es El asesinato de Jesse James por el cobarde de Robert Ford. Es sublime. La novela de Ron Hansen es una obra que merece la pena poseer. La película con Brad Pitt, que hace bien todo lo que hace, porque aunque no sea muy guapo es un actor espectacular, es una joya moderna del Western. Llena de detalles, de luces, de sombras, de miradas. Es una especie de Amadeus, donde la envidia y la admiración acaban por convertirse en odio y muerte. Fotografía maravillosa, buenos actores, una historia épica donde el personaje central es un complicado y esotérico forajido de leyenda.

Podemos pasarnos aquí todo el día, toda la semana.

Novelas recomendaría sin duda Shane de Jack Schaefer. La película, que tuvo en su momento mucho éxito y que es un clásico, es sin embargo para mi bastante blanda y está a kilómetros de la novela. Shane es la “precuela” de Pale Rider. La imagen de cowboy sin pasado ni futuro, sin familia, ni contexto, ese ser solitario e independiente que no teme a nada ni a nadie más que a sí mismo y su fuerza. Recuerde. Mejor la novela que la película.

Y luego están todas las fantásticas novelas de los pioneros, Zane Grey, (The lone star ranger, Riders of the purple sage), Owen Wister, (The Virginan) James Fenimore Cooper, (The last of the Mohicans) y por supuesto Willa Cather (O' Pioneers, La muerte llama al arzobispo, My Antonia) que son quienes convirtieron el viejo Oeste en lo que creemos que es, porque fueron ellos los que hicieron mítica su imagen, sus paisajes y sus personajes.

Hay muchos más pero estos, lector anónimo, son mis preferidos. Me he dejado fuera muchas:Young Guns, The man who shot Liberty Wallace, Broken arrow, Red river, True grit, Stagecoach, The good, the bad and the ugly, The outlaw Josey Wales, etc. Pero las que me acompañan un día sí y otro también ahí están.


Y no se olvide de Heroica, mi próxima novela.

Pero de eso ya hablaremos más adelante.

jueves, 1 de diciembre de 2011

LOS RICOS

Esta frase la tengo impresa en la pared de mi despacho. Leerla me produce un entusiasmo arrollador. Despierta en mi ánimo una sensación de plenitud, fuerza y esperanza y me confirman que el poder de las palabras ha sido y sigue siendo inmenso. Esta es la frase:

«Los libros son la riqueza atesorada del mundo y la adecuada herencia de generaciones y naciones. Sus autores son la aristocracia natural e irresistible de cualquier sociedad y ejercen en la humanidad una influencia mayor que la de los reyes o emperadores.»

Walden, Henry David Thoreau.

¡Wow! La riqueza atesorada del mundo… dice. Riqueza. Para mi, que no soy anticapitalista, que me fastidian las asociaciones buen rollo y seamos todos sensibles y tolerantes, que detesto los clichés “ricos malos, pobres buenos”, y que considero que para conseguir algo hay que trabajar, trabajar y trabajar, y no quejarse, quejarse y quejarse, esta riqueza de la que habla Thoreaume me parece, hoy, el culmen de la belleza, de la utopía. Me parece el sueño más interesante y el proyecto más inalcanzable al que podamos aspirar. Porque esa riqueza, la de considerar la literatura como un valor real, como una forma de alcanzar la sabiduría, de encontrarnos y encontrar lo otro, como una forma de aprehender y aprender del mundo, en vez de relegarla al mero entretenimiento y la evasión, es lo que constituye como dice en la frase “la adecuada herencia de generaciones y naciones”.

¿Qué podemos legar al futuro, al presente, que sea más precioso que un conjunto de valores que nos enseñen a ser más hombres, que nos inspiren y recuerden lo que podemos llegar a ser y que nos impidan olvidar nuestros sueños? La buena literatura es el único “sistema de valores”, que a diferencia de otros sistemas como los políticos, religiosos o económicos, no nos trata como objetos, como súbditos ni como consumidores, si no como hombres. No trata de utilizarnos para sus fines, su fin no es otro que la iluminación, el placer y el conocimiento. La literatura no trata de comprarnos, ni de vendernos, si no de crearnos, de engrandecernos. La literatura, la buena y seria literatura, porque no todo lo que está impreso lo es y menos hoy en día, será algún día, para todos, esa riqueza y herencia de la que habla Thoreau.

Cuando nos demos cuenta de que lo más importante, la riqueza más valiosa que podemos poseer es nuestra propia inteligencia, nuestra honestidad, (sin blanduras), nuestros sueños, nuestro esfuerzo; cuando veamos que las bases para ser un hombre completo, fuerte y sin miedo llevan escritas siglos sólo para nosotros y que es en ese mágico y particular espacio llamado libro, que no es otra cosa que la expresión más sincera, estética y genuina que un hombre, llamado escritor, ha logrado rescatar de ese otro espacio misterioso que flota detrás de lo visible; cuando nos demos, o mejor, cuando os deis cuenta porque yo ya lo sé, entonces seremos ricos de verdad. Y sólo cuando la cultura sea apreciada como lo que es, cuando a los niños se les enseñe a Leer y los mayores dediquen su tiempo libre, ese que sólo les pertenece a ellos, y con el cual pueden hacer lo que quieran, en vez de a ver programas absurdos y gente ridícula, a leer un buen libro; cuando tomemos como ejemplo para nuestra vida la descomunal y sabia tragedia de Edipo, por ejemplo, en vez de fijarnos en las bajezas de seres mezquinos y fantoches televisivos, entonces todo comenzará a tener sentido.

Porque lo tiene. Siempre lo digo. Todo está ahí. Sólo necesitamos detenernos, alejarnos del mundo, del ruido, del movimiento que no conduce a ningún sitio y encontrar un espacio donde recogernos para encontrar todo aquello que creíamos perdido o descubrir lo que ni siquiera sabíamos que existía.

Para algunos, tengo la suerte de conocer a muchos, la literatura ya es riqueza, ya es herencia. Y mirando alrededor me he dado cuenta de que para los que tratamos de seguir creando ese legado, la frase de Thoreau ya es una realidad, una forma de vida, una mirada, un estar y un ser. Ya somos ricos. Ya somos príncipes. Emperadores del mundo.