miércoles, 26 de julio de 2006

ACERCA DE LA RESPONSABILIDAD DE SER HOMBRE

http://www.timesonline.co.uk/article/0,,2-2285896,00.html

He leído esta mañana esta noticia y me ha llamado la atención. No sé de política y apenas conozco la ideología del partido de Tony Blair. Mi interés reside en el hecho de que se insta a los ciudadanos a hacerse responsables de su propia salud y de sus decisiones. Se apela a la capacidad de elección del ciudadano y a la responsabilidad, como seres humanos, sobre su propio cuerpo.
El número de personas obesas está aumentando en todo el mundo y eso es, salvo en raras excepciones, debido al abandono y la comodidad. El creerse con derecho a disfrutar sin límite de las "comodidades" que se ofrecen en el mundo occidental está llevando a un gran número de personas a convertirse en "monstruos".
-No camino porque para algo están los coches, no cocino porque existe comida preparada, no me privo de lo que me apetezca comer porque vivimos en la abundancia y podemos permitirnos atiborrarnos de comodidad, no me preocupo de mi cuerpo porque estoy harto de la vanidad y el hedonismo de occidente, de que me estén bombardeando a todas horas con imágenes de seres hermosos... -
¿Prefieres entonces que se abandone el ideal de belleza, que llegue un momento en que no sepamos distinguir lo bello de lo abominable? Es necesario tener presente cuán bellos y perfectos podemos llegar a ser. Es verdad que es incómodo que nos lo recuerden, y que es más fácil acoplarse a la idea de que " todo lo humano es bello". Excusas.
Siempre se encuentran excusas para justificar el abandono de los ideales. Por eso hay quienes pretenden establecer una relación entre cuidar el aspecto exterior y la banalidad, la superficialidad y el narcisismo, y además plantean su desidia como una rebelión contra los cánones. Cuando somos conscientes de que rehuimos un esfuerzo necesitamos nutrir la conciencia de excusas, buscar culpables a quienes cargar con nuestra falta de voluntad: la televisión, el Estado, la moda, el consumo... ¿Quién te obliga a ver la televisión? ¿a vestir de determinada manera? ¿a comprar cosas que la mayoría de las veces no necesitas? La presión de la sociedad, dicen.
Excusas.
Delegamos en la estupidez de las tendencias nuestra propia humanidad, lo que nos hace hombres, y además, creemos estar actuando en defensa propia. Podemos engañarnos cuanto queramos pero el reloj corre, tic, tac, y nuestra oportunidad de "deshacernos de lo mediano y en lo entero, bello y bueno vivir resueltamente", como decía Goethe, se nos escapa cada día, cada hora y cada segundo. Los valores y los ideales se han convertido en una carga y oír hablar de ellos, nos resulta tan arcaico y pedante como llevar sombrero. Así somos ahora. O mejor, así no somos.
¿Recuperaremos el coraje necesario para convivir con valores e ideales? ¿O seguiremos buscando excusas que nos alejen definitivamente de la responsabilidad que conlleva ser Hombres?

lunes, 24 de julio de 2006

LA AUTOSUFICIENCIA DE LO AXIOMÁTICO EN CAOS

“En primer lugar existió el Caos” En la cosmogonía griega el origen de todo lo conocido residía en el vértigo, en una oscuridad indiferenciada donde reinaba una confusión infinita. Al intervalo milenario que Caos representa le fue dada la lúgubre apariencia de un abismo. Era una forma de abordar con la imaginación la imposibilidad de traspasar el misterio que rodea La Creación. Cualquier creación. La apreciación humana de un “antes del todo” ya sea erudita o pre-científica es inseparable de esa visión caótica. Porque la noción de desorden es una representación del desconocimiento, no sólo del universo que nos rodea, sino de nuestro interior. Hoy, miles de años después de que alguien sospechara su inaccesibilidad, aún disponiendo de satélites y telescopios, el misterio sigue asentado, incluso entre los más eminentes científicos, en el enigma de lo primigenio.
La imagen moderna que más se parece a Caos la encontramos en los agujeros negros. Para los antiguos griegos -como apunta Jean Pierre Vernant en, El universo, los dioses y los hombres -Caos era “una inmensa boca siempre abierta, en la que todo quedara engullido en una misma noche indiferenciada”. Caos era una vorágine enmarañada donde ni siquiera había lugar para el tiempo o el espacio. Era la soberanía en estado puro. Esa “actitud radical” no debe, sin embargo, ser interpretada como una forma de conservar la hegemonía sino como parte inseparable de su naturaleza: Caos actuaba en su misión de única realidad latente y patente, con toda la perfección que se espera de un dios primigenio. Su labor, desde el punto de vista humano, puede resultar terrorífica, pero desde el quehacer de los dioses es irreprochable.
Una de las características más fascinantes de Caos es que el único dios que no solicita adoración. No la requiere porque a diferencia del resto de los dioses olímpicos su existencia implica una soledad total, una ausencia de alteridad categórica. Caos es dios por sí y para sí, sin necesidad de que nadie venere su oscuridad insondable. Después de todo, ¿qué podría adorarse de una negrura que gira sobre sí misma sin orden ni control? Para empezar la autosuficiencia. Ser dios sin que nadie lo sepa es un acto de superioridad admirable. Realidades tan ineludibles como La Muerte, La Oscuridad, La Noche, El Odio o La Culpa descienden de Caos. Existen como una marca de fábrica del universo, como un gen que porta la destrucción y el desorden. Pero Caos y su descendencia están más allá de cualquier reproche porque habitan, sin saberlo, un espacio fuera de la compasión. Son insobornables. No hay sacrifico ni oración que puedan conmoverlos. No tienen necesidades, ni carencias. A diferencia de los dioses del Olimpo, no poseen cualidades humanas. Sus atributos y competencias son las de todo aquello que es tenebroso y opaco a la comprensión. ¿Qué clase de relación podría establecerse entonces con quien se basta y se sobra para existir? Parece ser que ninguna. Los dioses primigenios surgen sin necesidad del deseo, sin necesidad de una unión con otro ser. Brotan de sí mismos. Estamos ante la autosuficiencia de lo axiomático. En ese sentido no existe nada en el universo tan ajeno a nuestra propia naturaleza y, sin embargo, todos procedemos de Caos.
Caos es paradigma de lo inaccesible. Penetrar en su misterio supondría descubrir cosas tales como el sentido de la muerte y de qué se nutre, o cuáles son sus mecanismos y pretensiones. Sería poder ver en la más absoluta oscuridad algo que trasciende la no-luz, familiarizarse con lo que anida en la negrura, y comprenderlo. Tal vez por eso, porque no necesita ser comprendido, los científicos y los filósofos llevan milenios tratando de acercarse inútilmente a su significado: Big Bang, Teoría de las cuerdas, Teoría del Caos... Mientras las mentes más dotadas del planeta dedican su vida a descifrar su origen y su razón de ser, Caos, inmutable, seguro de su soberanía como nunca lo estuvo un dios, permanece distante, envuelto en el misterio de un tiempo que escapa a nuestra inteligencia. Su supremacía ha dejado en el orden cósmico un rastro imborrable e invisible a los sentidos, pero perceptible para la imaginación. A pesar de la eternidad que nos separa de su reinado, en el universo aún puede sentirse el eco de su descomunal latido.

jueves, 13 de julio de 2006

EL TRABAJO DEL CREADOR ES DOTAR DE SENTIDO A LA REALIDAD

La Realidad no es un lugar agradable. Para empezar es inaccesible. Observarla directamente, sin un fitro que la interprete produce la sensación de observar algo desnudo, crudo, frío, incomprensible. La Realidad, que pertenece a lo fáctico, no provee un hilo conductor que relacione los sucesos que tienen lugar dentro de su acontecer. Desde la perspectiva de la Realidad estamos excluidos del funcionamiento del mundo. Sólo la ficción, es decir, una visión creada mediante un acto de voluntad, proporciona sentido a lo observado o vivido. Por ficción entiendo cualquier fórmula creada expresamente para satisfacer las múltiples necesidades físicas, estéticas, espirituales, sociales, intelectuales del ser humano. La religión abastece una necesidad espiritual. La ética la necesidad de vivir en comunidad. La ciencia una necesidad de entender el mundo físico. La psicología una necesidad de entender nuestra psique. El arte puede cubrir, según la sensibilidad del individuo, el sentido estético, intelectual, espiritual, social... Estas ficciones o visiones son herramientas interpretativas y proporcionan un sentido y una dirección. Dependiendo del aspecto que tratemos, nos permiten establecer una opinión acerca de lo que ocurre a nuestro alrededor y dentro de nosotros. Están a la vez fuera y dentro de la Realidad pero son creación del ser humano.
Lo que ocurre en la Realidad, es decir, lo que acontece, se nos presenta desnudo de significado y valores, ininteligible si no disponemos de una ficción que explique o dé sentido a lo vivido.
¿Cómo integrar en nuestra conciencia un hecho que no está dentro de ninguno de los sistemas existentes?
El sinsentido es una falta de parámetros interpretativos. Es desechar como no-validos los códigos previamente establecidos sin molestarse en crear unos nuevos. Desechar un sistema o ficción no es un proceso completo. El rechazo es sólo un paso. Sienta las bases para movernos en una dirección u otra, pero para tener un sentido de vida es necesario crear un sistema alternativo, que desde el momento en que se acepta se convierte en el Sistema. Éste puede ser rechazado y modificado cuantas veces sea necesario. No es la rigidez, ni la tradición lo que define la validez de un sistema sino la capacidad que tiene para crear una realidad de acuerdo a nuestras necesidades. Cuando simplemente se rechaza el sistema pero no se crea otro que nos proteja de la Realidad surge la angustia existencial.
La angustia existencial es estar expuesto a la inmensidad de la Realidad y no tener herramientas para reducirla y amoldarla a nuestras posibilidades interpretativas. Es columpiarse en el abismo de la eternidad, enfrentarse, nosotros, figuras efímeras, frágiles y receptivas, a una inmensidad que no podemos contener en nuestro entendimiento. Vencer la angustia existencial es adaptar la Realidad a nuestro círculo de acción.
La pregunta, ¿para qué? es una pregunta que se formula desde un espacio que nos es ajeno. No pertenecemos al universo de lo Real sino al de la ficción. La pregunta ¿para qué? siempre nos quedará grande porque como entidad eterna e infinita que es, la Realidad no necesita interpretarse a sí misma. La Realidad existe para que exista la ficción, es el contrapunto de lo existente. Del mismo modo que distinguimos la noche y el día por la ausencia o presencia de luz. La Nausea sartreana es desnudarse de ficciones ante la Realidad. Es observar la Realidad sin un sistema interpretativo o filtro.
El hombre como parte de la Realidad, como parte poseedora de consciencia y voluntad tiene como misión crear su propia realidad. El sentido es algo que necesita ser creado, no es gratuito. El Sentido como el Alma tiene que ser ganado, conquistado.
Dejarse llevar por la Realidad es entrar en un sinsentido que dispersa y diluye la figura humana en su inmensidad. Es olvidar o desconocer que poseemos una herramienta poderosa para ver el mundo y por tanto hacernos un lugar en él. Ser consciente de la Realidad de su infinitud y desconocer el lugar que ocupamos en esa inmensidad es caer en la Nausea.
Probablemente al darnos la vida, se nos esté dando la oportunidad de elaborar un sentido. La vida de un ser humando es la posibilidad que proporciona la Realidad para introducir en sí misma el sentido. Porque para que algo tenga sentido debemos conocer su principio y su fin. Dentro de la eternidad no existen consecuencias. Si nosotros no creamos un sentido nadie lo hará por nosotros. Somos responsables de nuestra parcela de realidad. Ésta será tan rica o tan pobre como nosotros queramos sea.
Aceptar o rechazar ficciones es una forma de construirse, de establecerse dentro del mundo, de marcar nuestro tiempo y espacio. Poco o mucho, es lo que nos pertenece. Lo poseemos. Ser conscientes de la historia y de la eternidad no es una razón para menospreciar nuestro tiempo.
El grado de consciencia alcanzado por la sociedad moderna a partir del siglo XVIII y XIX es imposible de ignorar. Ahora más que en ningún momento de la historia la idea de Realidad está presente. La razón es precisamente que a partir del siglo XIX comenzaron a ser rechazados los modelos interpretativos. El Romanticismo es la última gran ficción que surgió contra la Realidad. A partir de ahí el naturalismo y la literatura del absurdo tratan de establecer una visión desde el punto de vista de la desnuda Realidad. Colocan al ser humano en el lado de esa Realidad que comenzaba a percibirse con claridad y vértigo. La modernidad es el periodo en el que más daño se ha causado a la creación de Sentido en la historia de la humanidad. No sólo en lo que se refiere a lo material sino también a lo espiritual, artístico, religioso, ético...
El ser humano juega ahora a ver cuanto tiempo y cómo puede vivir sin una ficción, sin un sentido. Se respira la idea de que vivir sin ficciones es lo inteligente, más realista, sin darse cuenta que la Realidad es inabordable. Adaptar las reglas de una existencia eterna a una efímera es absurdo. No podemos entrar en la Realidad sin herramientas como no podemos atravesar la tierra sin una excavadora porque simplemente no estamos hechos de la misma materia. Hacer eso es tan absurdo como tratar de vivir sin comer o dormir. El ser humano está sujeto a necesidades básicas como esas y tratar de desecharlas de su vida sólo conduce a su propia destrucción.
La Realidad, que encierra en sí el Misterio de la vida, es un dios primigenio y los dioses primigenios, los griegos lo sabían, no tienen necesidades. Son insobornables, inaprensibles. Querer vivir como un dios primigenio es simplemente insostenible además de pobre. Insostenible porque para empezar ellos no necesitan nada exterior a sí mismos. Pobre porque la naturaleza humana se fundamenta en la necesidad. La necesidad existe para ser saciada. Es una forma de activar las capacidades. El que seamos seres con necesidades dice más de lo que pensamos de nuestra naturaleza. El vivir sin ficciones es equivalente a aparentar no necesitarlas. Se rechazan sistemas filosóficos, religiosos, éticos, artísticos porque se cree que el ser humano está por encima de eso. La Realidad es que el ser humano es precisamente ESO. Lo que crea, lo que saca de la Realidad y cómo la interpreta. Sin eso, somos animales dando vueltas en la rueda del sinsentido.
La Realidad sólo posee sentido cuando un poeta se atreve a reducirla a la medida de lo humano. Homero observó la Realidad y de ella sacó los dioses griegos, los héroes, la idea del Universo. Su visión fue los ojos, las orejas, la lengua, el tacto del mundo griego. Homero proporcionó una ficción tan poderosa que la Realidad se transformó en realidad humana. Lo visible y lo invisible se adaptaron a la medida del hombre griego y durante siglos fueron capaces de entrar en el acontecer, de irrumpir en lo infinito, resquebrajar el impasible movimiento de lo eterno e introducir su visión. Jesucristo hizo lo mismo varios siglos después. Crear una ficción que sea capaz de modificar el curso de la realidad es el trabajo de los héroes. Ellos poseen la herramienta para crear sentido, para hacer de nuestras necesidades el generador de grandeza.
Crear una ficción y vivir en ella, sostenerla con todas sus consecuencias es creer, tener una visión. Eso es lo que hacen las religiones, los sistemas políticos. Un poeta inventa algo y los que no tienen imaginación para inventar sino sólo para copiar o reproducir aceptan esa visión como una realidad, como la respuesta a la pregunta ¿Cómo vivir?
Esa respuesta es múltiple y se ha demostrado que muy distintas respuestas sirven para diferentes tipos de sociedades. ¿Satisfacen esas respuestas a los que las adoptan? Pocas veces. Pero es una forma de establecer un punto de partida desde el que crear otra ficción. Si no estamos de acuerdo, ese punto de vista al menos nos sirve para establecer las bases y clarificar qué puntos compartimos con la ficción establecida.
¿Y si creáramos una ficción tan poderosa que no sólo se hiciera realidad para nosotros sino que se extendiera al resto del mundo? Eso es ser Jesucristo, Buda, Mahoma, Homero... Tener tan clara tu idea que el resto, siempre hambriento y necesitado de respuestas, la acogiera como la única verdad posible. Transformar por medio de la fe nuestra visión del mundo. A esa transformación la llamamos iluminación, revelación.

POR QUÉ HE ESCRITO UN MANIFIESTO RELIGIOSO REVOLUCIONARIO

Arcadia es mi deseo de devolver a la literatura el lugar que una vez ocupó en la historia. Es un deseo de convertir la palabra en valor, en ideología con la que observar y actuar en el mundo.
En la antiguedad, Homero creó de los deseos, de los recuerdos y de las necesidades que compartían los griegos, dos obras que se convirtieron en religión, en forma de interpretar el mundo. Arcadia pretende (¿lo consigue?) despertar las ansias de un nuevo pensamiento heroico, de una nueva forma de mirar. Puede parecer una tarea absurda, porque hoy nadie, o casi nadie, se dedica a pensar, y mucho menos a construirse una mirada heroica a través de la literatura. Pero algunos, esos pocos principes que viven ocultos entre el gentio y la mediocridad, sabrán ver lo que se ofrece, lo que se propone. (Soy Nietzscheana de ahí mi tono elevado, profético y elitista)
La literatura, en su momento más poderoso, fue la que dotó de sentido a la realidad. Por eso, pasando por encima de la pobreza ideológica que se ofrece a los jóvenes y a los no tan jóvenes, decidí escribir una novela que alimentara el sueño de una Arcadia mítica y que nos recordara que es un deber convertirnos en nuestra propia leyenda. Eso es casi imposible desde la ideología cristiana pero resulta más factible si partimos de la poesía que inunda el paganismo griego.
La evolución, como sabían lo antiguos griegos, no es un proceso estable. Sostener la propia humanidad es un trabajo arduo y constante, porque ser hombre es un premio, no un regalo. No todos los seres que vemos moverse a nuestro alrededor son hombres. A simple vista lo parecen, pero cuando te acercas e intercambias dos palabras te das cuenta que es sólo un simulacro, una posibilidad apenas desarrollada.
Arcadia apela desde sus páginas a los héroes, a esos que, como Aquiles, saben que para vencer a la muerte es necesario construirse una vida única e inalienable. Arcadia crea escenarios nuevos donde desarrollar nuestra voluntad heroica y rescata la posibilidad de observarnos vivir e interactuar con lo invisible. Arcadia, inclasificable, según dicen los periodistas de nuestro país, es mi propio sueño heroico. Mi propuesta de cómo ser un héroe en el mundo moderno. Sólo quien sepa leer, quien quiera ver, aprovechará todo su contenido, toda su forma y todo su espíritu.