Esta frase la tengo impresa en la pared de mi despacho. Leerla me produce un entusiasmo arrollador. Despierta en mi ánimo una sensación de plenitud, fuerza y esperanza y me confirman que el poder de las palabras ha sido y sigue siendo inmenso. Esta es la frase:
«Los libros son la riqueza atesorada del mundo y la adecuada herencia de generaciones y naciones. Sus autores son la aristocracia natural e irresistible de cualquier sociedad y ejercen en la humanidad una influencia mayor que la de los reyes o emperadores.»
Walden, Henry David Thoreau.
¡Wow! La riqueza atesorada del mundo… dice. Riqueza. Para mi, que no soy anticapitalista, que me fastidian las asociaciones buen rollo y seamos todos sensibles y tolerantes, que detesto los clichés “ricos malos, pobres buenos”, y que considero que para conseguir algo hay que trabajar, trabajar y trabajar, y no quejarse, quejarse y quejarse, esta riqueza de la que habla Thoreaume me parece, hoy, el culmen de la belleza, de la utopía. Me parece el sueño más interesante y el proyecto más inalcanzable al que podamos aspirar. Porque esa riqueza, la de considerar la literatura como un valor real, como una forma de alcanzar la sabiduría, de encontrarnos y encontrar lo otro, como una forma de aprehender y aprender del mundo, en vez de relegarla al mero entretenimiento y la evasión, es lo que constituye como dice en la frase “la adecuada herencia de generaciones y naciones”.
¿Qué podemos legar al futuro, al presente, que sea más precioso que un conjunto de valores que nos enseñen a ser más hombres, que nos inspiren y recuerden lo que podemos llegar a ser y que nos impidan olvidar nuestros sueños? La buena literatura es el único “sistema de valores”, que a diferencia de otros sistemas como los políticos, religiosos o económicos, no nos trata como objetos, como súbditos ni como consumidores, si no como hombres. No trata de utilizarnos para sus fines, su fin no es otro que la iluminación, el placer y el conocimiento. La literatura no trata de comprarnos, ni de vendernos, si no de crearnos, de engrandecernos. La literatura, la buena y seria literatura, porque no todo lo que está impreso lo es y menos hoy en día, será algún día, para todos, esa riqueza y herencia de la que habla Thoreau.
Cuando nos demos cuenta de que lo más importante, la riqueza más valiosa que podemos poseer es nuestra propia inteligencia, nuestra honestidad, (sin blanduras), nuestros sueños, nuestro esfuerzo; cuando veamos que las bases para ser un hombre completo, fuerte y sin miedo llevan escritas siglos sólo para nosotros y que es en ese mágico y particular espacio llamado libro, que no es otra cosa que la expresión más sincera, estética y genuina que un hombre, llamado escritor, ha logrado rescatar de ese otro espacio misterioso que flota detrás de lo visible; cuando nos demos, o mejor, cuando os deis cuenta porque yo ya lo sé, entonces seremos ricos de verdad. Y sólo cuando la cultura sea apreciada como lo que es, cuando a los niños se les enseñe a Leer y los mayores dediquen su tiempo libre, ese que sólo les pertenece a ellos, y con el cual pueden hacer lo que quieran, en vez de a ver programas absurdos y gente ridícula, a leer un buen libro; cuando tomemos como ejemplo para nuestra vida la descomunal y sabia tragedia de Edipo, por ejemplo, en vez de fijarnos en las bajezas de seres mezquinos y fantoches televisivos, entonces todo comenzará a tener sentido.
Porque lo tiene. Siempre lo digo. Todo está ahí. Sólo necesitamos detenernos, alejarnos del mundo, del ruido, del movimiento que no conduce a ningún sitio y encontrar un espacio donde recogernos para encontrar todo aquello que creíamos perdido o descubrir lo que ni siquiera sabíamos que existía.
Para algunos, tengo la suerte de conocer a muchos, la literatura ya es riqueza, ya es herencia. Y mirando alrededor me he dado cuenta de que para los que tratamos de seguir creando ese legado, la frase de Thoreau ya es una realidad, una forma de vida, una mirada, un estar y un ser. Ya somos ricos. Ya somos príncipes. Emperadores del mundo.
2 comentarios:
Paro de aplaudir para escribir:GRACIAS
Gracias a usted majestad por su entusiasmo. Porque si le a gustado asumo que es uno de esos aristócratas de los que hablo.
SD
Publicar un comentario