lunes, 23 de marzo de 2009

LA JUSTICIA COMO TEMA Y META.



















La nueva película de Clint Eastwood, Gran Torino, es, o mejor, sigue siendo, una fantástica y brillante variante del tema que ha ocupado casi toda la carrera de Eastwood como actor y director. El personaje que ha creado, y en el que ha decidido creer durante más de cincuenta años, es el de un “outsider” con un insobornable sentido de la justicia. En Gran Torino estamos viendo al Jinete Pálido y a Harry, el Sucio, y comprobamos que con 78 años, Eastwood no ha perdido ni un gramo de presencia, de elegancia, de personalidad, ni de credibilidad. De hecho impresiona más que nunca ver su rostro cuarteado, sus afilados ojos y su fibrosa figura donde no queda lugar más que para lo esencial.
Mañana cumplo años y cada año que pasa me reafirmo en la idea de que cuando sea mayor, más mayor, quiero ser como Clint Eastwood. Lo que espíritus indomables y creadores como él aportan a nuestra cultura es que nunca hay que olvidar que siempre habrá un héroe dispuesto a hacer frente a aquellos que utilizan la violencia para imponer su voluntad. El héroe “Clinteastwoodniano” está dispuesto a enfrentarse con cualquier tipo de malhechor y demostrarle que por muy “cool” que crea ser, por muy investido que crea estar del oscuro glamour que irradia su maldad, él, ya sea como policía, como vaquero o como octogenario intransigente, es aún más “cool” que todos ellos. Nadie excepto él tiene la última palabra porque a pesar de ser un rebelde excluido del entramado social, una figura solitaria sin vínculos con el resto de los mortales, porta en su persona la infalibilidad de lo que está bien hecho. Sus intereses no son partidistas. Ni siquiera está del lado del débil porque sea débil, si no porque en última instancia la justicia es dar a cada uno lo suyo. Y la mayoría de las veces, el que tiene razón no puede o no sabe defenderse y necesita que el héroe, que es imparcial y no desea más que ser él mismo, haga el trabajo de dios y restablezca el Orden.

Ese héroe, como ocurre en El Jinete Pálido, (y también en Gran Torino), es un milagro que aparece cuando una adolescente arrebatada de rabia ante los estragos que una banda de forajidos está ocasionando en su poblado, pide en sus rezos que Dios les envíe ayuda. Eastwood aparece investido del misterio que emana su presencia y nada importa que sea un predicador. Cuando se da cuenta de que las palabras y la razón no son suficientes para detener a los asesinos, se quita el alzacuellos y va a recoger sus pistolas, los únicos argumentos que entienden las bestias. En casi todas sus películas nos recuerda que el justo no tiene porque renunciar a la fuerza cuando todas las otras posibilidades se han agotado, si por medio de esa fuerza es posible restablecer la justicia. Nos recuerda que el justo es justo, pero no imbécil.
Es cierto que en Gran Torino la violencia no se considera el último recurso y que prefiere sacrificarla junto con su persona, pero hay que entender que la edad nos hace más sabios y menos impetuosos y que llegado cierto momento nos damos cuenta de que es verdad eso de que la violencia engendra violencia. Pero incluso aquí, prevalece la idea de que el héroe no tiene nada que perder, ni siquiera cuando lo pierde todo, porque su razón de ser no es siquiera su vida, si no el ideal de la vida. Sus personajes son siempre seres individualistas, alejados de su origen y familia, que recorren el mundo solitarios, con las cosas claras y sin miedo a poner a cada uno en su sitio.
No quiero siquiera pensar en todo lo que perderemos cuando Eastwood muera. Ya no quedan muchos como él, que hayan vivido tanto, visto tanto, creado tanto, y que después de toda una vida sigan demostrando con tanta maestría que no sólo es posible conservar nuestras metas y temas de juventud, si no que es nuestro deber perfeccionarlos y aportarles con cada paso que damos y con cada año que cumplimos el tratamiento que como sueños que son, merecen.

2 comentarios:

Adela dijo...

AMÉN

Icíar dijo...

!Madre mía! en mi caso, fui a ver la película porque me gusta Clint Eastwood como director, sus últimas películas, tienen algo, y además de una forma casi imperceptible, como la de Mystic River.

Pero, ésta............... me faltan puntos suspensivos. Me pareció insoportable, el final está muy bien, pero el resto, insoportable, empezando por Clint Eastwood, y terminando por los japonesitos, y el doblaje español....... se te ponen los pelos de punta de ridiculez.

He leído esta entrada tuya porque tenía curiosidad de lo que la gente normal(no los críticos) piensan de esta película.

Por último. Enhorabuena por tu blog.