PRIMERA PARTE
Antes de comenzar quiero agradecer
vuestro interés a todos los que me habéis mandado emails desde mi último post preguntándome
por qué no escribo más en el blog. Falta de tiempo es la razón principal. Llevo
meses dedicada a traducir varios capítulos de mis novelas al inglés, a preparar
sinopsis, que es el trabajo más imposible que se le puede pedir a un escritor,
y además estoy escribiendo una obra de teatro en inglés. Ahora que está casi
todo el trabajo hecho, el de traducción, espero ser más constante. Gracias
además a todos los que me mandáis comentarios a mis post y mensajes personales.
Me encanta saber que os gusta lo que escribo. Aunque no lo comente o no sea muy
expresiva, los leo todos.
A medida que pasa el tiempo hay ciertas
lecturas que se van convirtiendo en habituales, lecturas a las que vuelvo una y
otra vez, siempre con interés y curiosidad, porque sé que todavía puedo aprender
más, disfrutar más. Aunque sepa de sobra qué pasa, cómo pasa y por qué pasa, esas
lecturas siempre tienen algo nuevo que ofrecerme o simplemente algo viejo en lo
que deleitarme. Las obras de Tennessee
Williams son unas de esas lecturas. Cuanto más profundizo en su obra
dramática más fascinante me parecen sus personajes, sus tramas, sus ambientes,
sus peculiaridades, esos rasgos distintivos de su especial naturaleza sureña,
rematadamente gay y rematadamente genial.
Dos obras en concreto, que no
son muy conocidas ni han sido especialmente aplaudidas, pero que me parecen de
las mejores que ha escrito, son “The milk train doesn’t stop here anymore y
Suddenly last summer”.
Estas dos obras y sus
respectivas películas, de las que hablaré también porque fue el mismo Williams
quien se encargó de los guiones, son las más misteriosas y oscuras de las que
escribió. Y a pesar de la oscuridad, casi metafísica, que las rodea, las dos
tienen en común el sol, el Mediterráneo y la muerte. Es curioso que su trabajo
más tenebroso esté ambientado y sostenido por un sol triunfante, cegador, un
sol que, como dice Elizabeth Taylor en la versión cinematográfica de Suddenly
last summer, es como el ojo de Dios.
Suddenly last summer, o -De
repente, el último verano-, es una pieza gótica que habla sobre la locura,
Dios, el canibalismo, la ferocidad de la naturaleza, y la aún más terrible
ferocidad de una madre posesiva. Violet Venable ha dominado la vida de su hijo
Sebastian hasta el último detalle mientras él estaba vivo, ahora que está
muerto, quiere hacerse dueña de su memoria, de su identidad, de su esencia,
quiere ensalzar su imagen y convertirla en algo sagrado. Quiere, en realidad, pulir
la máscara que el mismo Sebastian trató de crear para sí en vida. Y para ello
no duda en encerrar en un manicomio a su sobrina Catherine, que después de
presenciar la muerte de Sebastian, ha perdido la memoria a causa del shock. Catherine
no está loca, ni tiene ningún problema mental, excepto esa laguna en la memoria
acerca de cómo murió su primo. Y es que algo ha ocurrido antes de que comience
la obra, algo terrible que ha agrietado el muro de contención con el que Miss Venable
quiere proteger a su hijo y su relación con él; algo que tiene que ver con
Catherine y lo que contó cuando estaba en estado de shock, antes de perder la
memoria. Y por eso, Miss Venable, millonaria y extravagante, quiere que el
doctor Cukrowicz le practique una lobotomía, para que deje de hablar de Sebastian
y lo que pasó en algún lugar de España llamado Cabeza de Lobo.
La obra, y el ambiente que la
impregna, es misterioso casi numinoso. Como el mismo Williams puntualiza al
principio de la escena 1, el set debe ser tan poco realista como el escenario
de un ballet dramático.
Y lo es. La casa de Miss Venable
es una mansión de estilo gótico victoriano en Nueva Orleans con un jardín tan
exuberante y bestial que casi parece una ventana a otra dimensión. El jardín es
obra de Sebastian, que quería replicar “the dawn of creation” – el amanecer de
la creación- refiriéndose con ello al origen del mundo, con sus plantas
prehistóricas, fabulosas, salvajes y más gigantes y amenazadoras que nunca. Tienen
incluso una Venus Flytrap, una planta
carnívora que en otoño alimentan con moscas vivas.
El jardín, a pesar de ser un
artificio se impone a la mirada como un acto de violencia. Es un jardín que
replica la indiferencia y el arranque furioso de la naturaleza, que siempre
hará lo posible por sobrevivir, por imponerse. Tal y como hace Miss Venable, que
como madre y representante de esa naturaleza brutal, está dispuesta a hacer lo
que sea para proteger a su hijo.
Miss Venable es una mujer que a
simple vista parece frágil, pero sus actos y sus imposiciones demuestran lo
contrario. Quiere acallar a Catherine, quiere evitar la verdad sobre quién era
su hijo, sobre cómo murió, sobre su naturaleza.
Es muy interesante resaltar que
Williams quiso representar en esta obra la muerte del dios Dioniso a manos de
las Ménades. De ahí lo excesivo de la obra, su crudeza, su violencia, su
sensualidad encubierta, su culto al placer y los sentidos, su localización
mediterránea, su relación inevitable con la muerte.
Es cierto que Sebastian era un
snob elitista y depredador, un vividor adinerado que tomaba lo que quería,
cuándo quería y como quería. Pero era también un ser bello, elegante, amable y
generoso, un ser especial con la consciencia de quien no tiene que preocuparse
más que por cuestiones elevadas. Sebastian estaba buscando a Dios. Sebastian
era un poeta, y como todo poeta real, era un visionario. Sabía cuál iba a ser
su destino.
Y de repente, el ultimo verano… Sebastian
se encontró con ese destino que temía, ese que le estaba reservado sólo a él.
Es en un lugar llamado Cabeza de Lobo, con su prima Catherine, a quien ha
escogido para pasar el verano, donde encuentra la muerte. Miss Venable había
sido, hasta ese verano, su compañera de viajes. Sebastian escribía un poema al
año, en verano. El resto del año era de preparación… Pero de repente, el último
verano… Miss Venable es vieja. Miss Venable ya no le sirve a Sebastian para
atraer… ¿Atraer qué? Chicos. Sebastian utilizaba a su madre, hermosa y
elegante, para procurarse compañía masculina. Pero de repente, el último
verano… Sebastian se da cuenta de que su madre ya no podrá ayudarle y escoge a
Catherine para que vaya con él, para utilizarla de cebo. La rabia, la
humillación y la envidia de Miss Venable se desatan contra Catherine a quien
acusa de haber matado a su hijo… Junto a ella, dice Miss Venable, eso nunca
habría ocurrido, junto a ella, Sebastian a ún estaría vivo.
La muerte tiene lugar un día muy
caluroso de verano. El día no es azul, como casi siempre son los días en el
Mediterráneo. Ese día es tan ardiente, tan abrasador, tan terrible, que es
blanco. Es un día sin sombras, sin lugar donde esconderse. Es un día cegado por
una turbadora inevitabilidad. El sol es en esta obra, más que una fuente de
vida y alegría, una figura amenazadora y atroz. Como antes decía, Catherine lo compara
con el ojo de Dios. Un dios salvaje y despiadado, un dios carnívoro e
implacable. En ese paisaje vacacional, pobre y
luminoso, Sebastian se ha convertido en un dios para los muchachos hambrientos que le siguen y a los que arroja
billetes, mientras ellos demandan más con sus bocas abiertas e insaciables… El
paisaje mediterráneo deja de ser un paraíso y se convierte en un calvario, en
un lugar de muerte y horror.
En esta obra, como en “The milk
train…”, sobre la que hablaré en el siguiente post, el sol y el paisaje mediterráneo
son tratados con una original y singular maestría, son transformados y dotados
de un nuevo significado. Porque las historias góticas y espeluznantes ocurren
siempre en decorados oscuros y lúgubres. Y en estas dos obras, Williams es
capaz de sentir y hacernos sentir, la fuerza devastadora que esconde todo lo
que está realmente vivo. Conocía bien el lado oscuro de lo dionisiaco. Nos revela el extremo de la
plenitud y la exuberancia, que dando la vuelta sobre sí mismas se transfiguran
en voracidad por la vida, por la carne, en un despliegue insaciable de lascivia
que acaba devorando todo lo que toca.
El doctor Cukrowicz, a pesar de
que está en una posición comprometida, porque Miss Venable está dispuesta a
donar un millón de dólares al hospital donde ejerce si le practica la lobotomía
a Catherine, mantiene su ética profesional hasta el final. Como no es tonto, se
da cuenta desde el principio que Catherine no está loca, y sospecha que algo
terrible, algo tan espantoso ocurrió en Cabeza de Lobo, que ha decidido
borrarlo de su memoria. Con paciencia y tacto acaba por organizar una reunión
en casa de Miss Venable, que parece más una sesión de espiritismo que una
consulta psicológica. El doctor inyecta a Catherine con un “serum de la verdad”
y todos se reúnen en ese jardín selvático, misterioso y bestial, tal y como debió
ser “el amanecer de la creación”, y allí, Catherine revela, entre estertores, lo
que pasó, de repente, el último verano…
No voy a desvelar la obra entera
porque creo que merece la pena que la leáis o veáis la película de Joseph L.
Mankiewicz, con Elizabeth Taylor, que está tan maravillosa como siempre, Katharine Hepburn y
Montgomery Clift. El guión de la película lo escribió Tennessee Williams con
Gore Vidal por eso mantiene el mismo ambiente y halo de misterio que la obra.
Es una lectura y una visión que
estoy segura os cautivará. Es arte en el sentido más elevado, entretenido y
fascinante. Es magia hecha con palabras, tal y como debe ser toda buena
literatura. Es Tennessee en todo su magnífico esplendor.